Crónicas Scort: De la Tierra, al Paraíso

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De la Tierra, al Paraíso



Es increíble lo que las manos fuertes de un hombre diestro en los masajes, puede hacer sobre un cuerpo cubierto de aceite y apenas vestido por una pequeña toalla. Siempre he hecho mención a mi fascinación por el sexo, después de todo es mi trabajo y no por pura casualidad; como también he comentado anteriormente, no he pagado propiamente por una sesión de sexo, ya que soy yo quien recibe la paga casi todo el tiempo, dentro del trabajo, y fuera de ello. Pero la historia de hoy es sobre un fin de semana que decidí salir de la convulsionada capital, y viajar a una ciudad de la costa, en donde me hospedaría en un hotel con vista al mar y un increíble paquete de masajes y aromaterapias que había contratado con una reservación por internet. Necesitaba unos días para mí, para dormir en otro lugar, ajeno a mi cama solitaria o cualquiera de las camas de mis recientes clientes.

Decidí irme en avión. Soy malo lidiando con los gajes del transporte terrestre, cuando supera las 2 horas de viaje - por decir algo -. Hacía mucho tiempo que no me iba tan lejos, por mi cuenta. Quizás era mi primera vez, aunque no logro recordarlo con total claridad mucho sobre eso. Del aeropuerto tomé un taxi directo al hotel, y en unos minutos estaba en la agradable suite, con la terraza abierta al azul del cielo y una sabrosa brisa entrando por toda la habitación. El estar allí, me hizo fantasear de inmediato, simplemente no me pude resistir a disfrutar de una buena 'sesión relajante' conmigo mismo, entre las almohadas aún ordenadas... sentía cómodo mi cuerpo mientras me iba desnudando, me tocaba y fantaseaba con un amante inexistente. Por alguna razón se me venía un moreno alto a la mente, quizás se deba al aire tropical que allí se respiraba. No había terminado de sentirme pleno en tal actividad, cuando sonó la puerta... Me sobresalté enseguida, pues no esperaba que alguien apareciera.

Como pude trate de respirar y que no se me notara mucho lo enrojecido que me había puesto, me cubrí entre las almohadas y di la orden de que entrara. Un joven de unos 19 años, alto y moreno, con cuerpo de nadador delgado pero bastante marcado, entró. ¡Yo no entendía qué estaba pasando! El joven se excusó por interrumpir mi tranquilidad, y me explicó que estaba jugando fresbee en la playa privada que quedaba al pie de mi suite; sin querer, el platillo había volado y entrado a mi suite, pero al parecer el servicio del hotel no era tan exclusivo como para permitir que una persona extraña llegue hasta la puerta de una de las habitaciones... no pensé mucho en eso, y le dije que pasara y buscara el fresbee. El muchachito cargaba unos shorts playeros bastante cortos, y a juzgar por los colores, la cuidada piel morena y el depilado meticuloso... algo me decía que este entraba en mi radar Gay. El jovencito se sonreía sin mirarme, pero sabía que yo lo estaba mirando... al parecer el fresbee no era "fácil de encontrar" en la terraza de la suite. Yo no me podía parar a ayudarlo, pues no tenía ropa y me escondía debajo de una pila de almohadas.

Finalmente, el muchacho encontró su platillo verde fosforescente, y lo alzó alto cuando lo agarró como señal de que lo había encontrado. No sé por qué razón cuando se acercó para nuevamente salir de la habitación, tenía una tremenda erección que no dejaba nada a la imaginación. El shortcito se le ajustaba completamente a su miembro, y mientras yo lo veía se me fueron los segundos... enseguida el chamo se dio cuenta y se golpeó el borde erecto con el fresbee, como en señal de que sabía que lo estaba viendo. Enseguida él no dudó y cerró la puerta, le pasó llave y como un mendigo hambriento hurgó entre las almohadas... Me encontró en toda mi extensión, y yo estaba bien emocionado. No podía creer que habiendo llegado tan lejos, aún me viera envuelto en este tipo de situación... pero cuando vi el afán con el que el jovencito se tragaba a arcadas centímetro a centímetro, comprendí que no había sido cuestión de casualidad. Todo lo que continúo, se repitió mas tarde en la terraza, y posteriormente le dimos un tercer round en la ducha. Ni él se puede quejar, ni yo tampoco.

Esa fue una excelente forma de iniciar mi fin de semana. No tan solitario como yo quisiera, pero definitivamente no me puedo quejar.


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