BioG: Antiguo -Gay- Egipto

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Antiguo -Gay- Egipto
Tomado del artículo "Caprichos de Faraón". Por Rafael Arribas, publicado en el número 30 de la revista VG VanityGay.



Pasiones Secretas junto al Nilo
Relieves y jeroglíficos que hoy cubren las paredes de templos y tumbas del Antiguo Egipto nos traen el eco de amores diferentes cuyos protagonistas fueron dioses y reyes de igual sexo. Mitología y realidad se dan la mano a las riberas del Nilo para recordarnos cómo las pasiones vividas entre hombres hunden sus raíces en la noche de los tiempos.

No podía faltar en una cultura milenaria como la nilótica alguna tradición sobre hombres que amaron a los de su mismo sexo. La mitología egipcia se hace eco de la ambigüedad sexual de ciertos dioses, como ocurre con Set y Horus. Pero también en el mundo real hubo faraones que tuvieron amantes masculinos, cuyas pasiones quedaron grabadas en la piedra indeleble de palacios y tumbas. Casos como los de Akenatón y Semenkare, el longevo Pepi II o los manicuros de Sakkara, algunas prácticas de los sacerdotes del templo de Jnum en Elefantina, junto a la posibilidad de representar un tercer sexo, nos confirman en la creencia de que lo que hoy consideramos homosexualidad fue moneda de uso corriente entre los habitantes que hace varios milenios poblaban las fértiles márgenes del Nilo.



El Semen de los dioses
En una civilización en la que la fecundidad de la tierra estaba asociada a la de los habitantes que la cultivaban, el semen como emblema de vida aparece reflejado en la cosmogonía egipcia a través de sus dioses. Así, por ejemplo, se cuenta que Amón, en el principio de los tiempos, tras masturbarse llegó a tragar su propio esperma y al escupirlo a su alrededor creó el universo entero, dando vida a Geb, dios de la tierra, y a Nut, la diosa del cielo. Aunque considerado un dios menor, su posterior asociación con Ra, el disco solar, dio paso al culto de Amón-Ra, que tuvo extraordinaria relevancia en la religión egipcia. Algunas estatuas de este dios lo representan como un hombre de gran envergadura muscular y cabeza de halcón, a veces con el pene erguido entre las manos.

Set es otro de los dioses egipcios asociado a la masculinidad y, por ende, también a la homosexualidad masculina. Su relación con Horus, junto al cual suele aparecer representado, dio lugar a una serie de complicados enredos mitológicos, donde ambos luchan entre sí convertidos en hipopótamos, se reconcilian y hasta mantienen una serie de extraños acoplamientos más seminales que propiamente amorosos. Sin embargo, donde algunos perciben un guiño homoerótico otros más cautos sólo ven una metáfora sobre la unificación del Alto y el Bajo Egipto, que tuvo lugar en el tercer milenio antes de Cristo. En un afán tan exagerado como anacrónico, se ha llegado a calificar a Set como ‘dios gay’ de la mitología egipcia. Nosotros nos quedamos en un término medio, aunque añadiendo que “cuando el Nilo suena, agua lleva”.

El tercer sexo
En algunos grafitis y jeroglíficos egipcios aparecen dibujadas tres formas de identificar la categoría sexual. Unos esquemáticos dibujos, similares a los que hoy pueden verse en las puertas y paredes de los servicios públicos, muestran la figura de una mujer escoltada por la de un hombre con un pene al lado eyaculando semen y la de otro hombre que carece de tal atributo. Este último dibujo se identificó en un primer momento como referencia a los eunucos. Sin embargo, semejante atribución es del todo imposible, ya que no hay el menor indicio que avale la existencia de eunucos en los gineceos del Antiguo Egipto, ni tampoco que sus habitantes practicaran la castración.

Reproducir los atributos varoniles en estos dibujos se ha considerado, en cambio, como una fórmula simple para expresar la función reproductora, y que, en el caso de la figura masculina que carece de ellos, señalaría a los homosexuales, pertenecientes, por tanto, a ese tercer sexo que, como podremos comprobar a través de las historias que hemos traído hasta aquí, estaba más extendido entre los milenarios habitantes del Nilo de lo que podíamos imaginar.



Larga vida a Pepi II
La más antigua historia de faraones que habla de una relación homosexual tuvo como protagonistas a Pepi II, de la VI dinastía, y a su general Sasenet –los guías turísticos que te llevan a Sakkara se saben al dedillo este episodio-. Precisamente fue en las campañas contra los nubios cuando, al parecer, se inició la singular aventura amorosa entre los dos aguerridos varones, que duró hasta los últimos días del militar, a quien el longevo Pepi II llegó a sobrevivir. La muerte de Sasenet afectó tanto al faraón que éste decidió abandonar los asuntos de estado y dedicarse en cuerpo y alma al culto de los muertos. Gracias a ello hoy podemos admirar un interesante complejo de tumbas y pirámides iniciado por su padre, Pepi I, a las que, a lo largo de sus noventa años de vida nuestro ardiente faraón añadió, entre otras, la suya propia y la del hombre que conquistó su corazón.



El amor de Akenatón
Amenofis IV, conocido también como Akenatón, fue un peculiar faraón de la XVIII dinastía, sobre cuya vida planean aún no pocas incógnitas. Su reinado fue un paréntesis donde tuvieron lugar enormes cambios en la religión, al adoptar un singular monoteísmo, en la figura del dios Atón –el dios único-, que chocaba frontalmente con la tradición panteísta del culto nilótico.

También en la expresión del arte hubo reformas trascendentales bajo el gobierno de Akenatón. Las representaciones figurativas se hicieron más naturalistas y las imágenes del faraón y su bella esposa Nefertiti se alejaron del hieratismo propio de la escultura egipcia. En alguna de estas efigies Akenatón luce un marcado sello andrógino (labios gruesos y sonrientes, ojos almendrados, nariz afilada, caderas anchas, torso corto), distante de la morfología tradicional con que se representaba al faraón (anchos hombros, cintura estrecha, rostro falto de expresividad).



La ambigüedad de este monarca queda intensificada por la extraña relación que, una vez Nefertiti desaparece de la escena, mantuvo con el misterioso y apuesto Semenkare, su yerno y sucesor en el trono (1360 a.C.). Este personaje suele aparecer representado junto al faraón, abrazado a él e incluso besándole. Pero además de su amante, Semenkaré llegó a ser corregente de Akenatón, lo que explica las habituales representaciones áulicas de esta singular pareja de varones. Estas veleidades del soberano quedan respaldadas tras el descubrimiento de la tumba KW 55, perteneciente a un hombre momificado en posición reservada a las reinas de esta dinastía, es decir, con el brazo izquierdo sobre el pecho, y que con toda probabilidad corresponda a Akenatón o Semenkare.



Manicura y maquillaje
En la necrópolis de Sakkara, cerca del complejo de Pepi II, se descubrió en 1964 una mastaba o pirámide truncada en cuyas paredes se narra la vida de dos hombres enterrados juntos en 2400 a.C. y que se dedicaban a hacer la manicura en el palacio del rey Niuserre, de la V dinastía. Pero lo más sorprendente del caso es que los dos manicuros aparecían siempre abrazados en actitud cariñosa, lo que en la mentalidad del arqueólogo que la descubrió se identificó con dos hermanos. Sin embargo, algunos historiadores, como Greg Reeder (World Archaeology, 2000, vol. 32, núm. 2), han teorizado sobre la identidad ‘queer’ de ambos personajes, basándose en otras coincidencias, como la conexión de sus nombres, Nianj-Jnum y Jnum-Hotep, y el hecho de que a los dos se les considerara “unidos en la vida y en la muerte”, igual que a las parejas desiguales de hombre y mujer.

Este descubrimiento, el más antiguo de cuantos se refieren a la existencia de la homosexualidad en el antiguo Egipto, supuso la confirmación de cómo también allí determinados oficios relacionados con la estética (manicuro, maquillador, peluquero…) eran ejercidos frecuentemente por varones homosexuales. Al hilo de este asunto, nos parece curioso que en el año 1070 a.C. se hable de una huelga de los trabajadores en el Valle de los Reyes, en Lúxor, en demanda de sombra de ojos, ungüentos y cremas para defenderse de la agresividad del desierto. Hay que recordar que, a falta de unas buenas Ray-Ban, los egipcios utilizaban sombra de ojos para defenderse de los rayos del dios Ra. También usaban cremas especiales y maquillaje para evitar la deshidratación, adelantándose varios milenios a los muchos consejos que conocemos hoy en día. Está visto, que como bien decía el rey Salomón, no hay nada nuevo bajo el sol.



Para saber más
- Los gays en la historia, por Paul Tournier, Robinbook, 2004
- El Egipto de los faraones, por Alan Gardiner, Crítica, 2004
- Vida Amorosa en el Antiguo Egipto, por José Miguel Parra Ortiz, Alderabán, 2001
- El abrazo de los esposos, por Andrés Melgarejo Franquelo, Lámed, 2009
- www.arqueoegipto.net




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