Crónicas Scort |
Es Momento de Morder
Nadie alguna vez me dijo hasta dónde debía llegar en cada encuentro. Asumí que sería cuestión de tiempo y experiencia, ir descartando lo que sería capaz de hacer por dinero y lo que realmente haría por mero beneficio de mi trabajo. Yo, siempre disfrute ampliamente del sexo; he comentado antes que mi despertar sexual fue temprano, precoz quizás... yo sólo lo veo como algo natural. Me recuerdo joven e inexperto, loco por besos, caricias y otros juegos. Podría decir que vivía en un estado de excitación permanente, y... hoy en día, la diferencia no es mucha. (risa pícara)
Al principio, cuando me inicié en el oficio de satisfacer - y satisfacerme - por dinero, me encontré con uno que otro cliente exigente, de esos que les gusta que les digas excesivas malas palabras o que los estimules en pertinentes áreas. Sin embargo, todo fue bastante normal los primeros meses, no recuerdo algo que me haya marcado y la verdad es que yo estaba disfrutando muchísimo todo lo que hacía, el dinero no me caía nada mal tampoco.
Yo, particularmente no soy de los que pagaría por sexo, o al menos eso creo hasta ahora. Quizás porque esa nunca fue una dificultad que tuviera que superar, siempre tenía con quien o se me daba bastante fácil. Me veo como un método para brindar placer y satisfacción a aquellos que desean experimentar una buena compañía y por razones que no sé - ni debo saber - no logran conseguir. Hasta allí llegaba mi filosofía, al menos hasta los primeros tres o cuatro meses. Hasta que conocí a Ricky, un chico que por casualidad conocí en una disco gay.
En cuanto lo vi, me encendí como un toro. Cuando reconocí cómo estaba poniéndome, decidí relajarme y no ir por él, yo estaba allí "por trabajo", esperando que algún cliente se me acercara o esperando a alguien incauto a quien sutilmente ofrecerle mi carta de servicios. Era evidente que aquél chico estaba allí por las mismas razones, o quizás estaría acompañado, su apariencia emanaba tanta sexualidad que era evidente no lo estaba pidiendo a gritos.
Esa noche no hubo mucho movimiento. Es probable que inconscientemente me haya saboteado las posibilidades, solo para ver qué pasaba con el chamo del otro extremo de la barra. Finalmente, él se acercó. Se sentó en el banco junto a mí y se empinó sobre la barra para alcanzar al bartender, le pedía un vodka straight y yo disfrutaba con aquella enorme vista que me estaba regalando de su espalda arqueada y todo lo maravilloso que le seguía. Confieso que tuve que contener mis manos para no lanzarle una nalgada, y claro... contener mis pantalones, también.
El chico sabía lo que quería y al parecer iba por ello. Yo aún no estaba seguro de si lo que quería... era yo. Pero un par de codazos y risas rompieron el hielo, en un par de minutos ya estábamos conversando sobre lo vacío que se iba quedando el lugar y la posibilidad de ir a 'un sitio más cómodo'. Fuimos a su sitio. Yo tenía esa mirada de niño con juguete nuevo, sabía que no iba a obtener dinero esa noche, pero si mucha diversión. No me equivoqué en nada, o bueno... en casi nada.
Al llegar al apartamento todo estaba oscuro, nos contuvimos bastante todo el camino y no aprovechamos ninguno de los rincones que se nos presentaron para lanzarnos el uno sobre el otro. Bastante serios, aunque algo tomados, nos dispusimos a subir las escaleras y entrar. Típico apartamento de soltero, o de Scort mas bien, semi vacio y bastante impersonal, un lugar de trabajo limpio y neutral, con alguno que otro toque de diseño minimalista y por supuesto un buen mini-bar. No era la gran cosa, pero estaba cómodo allí. Llegó el momento, un beso algo tímido inició todo, me comenzó a besar el cuello mientras me tocaba la espalda e iba bajando. Yo me dejaba, después de todo estaba en su sitio y había sido su iniciativa, quizás... debí haber tomado el control, pero en ese momento no lo hice.
Fuimos a la habitación y la cama poseía las mismas características de todo lo demás. Él me sentó al borde de la cama, me abrió la camisa y siguió besándome el pecho. Yo sólo cerraba los ojos y me mordía los labios. Cerré los puños hasta que no pude resistirme a tomarlo por la nuca y dirigirlo a mi entrepierna. Allí, pasó todo lo que tanto esperé esa noche. Era gentil al principio, tenía fuerza y era muy satisfactorio, mucho. Luego, me mordió suavemente, eso era algo nuevo. Jamás me lo habían hecho así, y yo por poco exploto entre sus dientes. Fue fenomenal.
El mordisco debió advertirme, que el dominio se extendería más allá, y así fue. Cuando intenté levantarme para desvestirlo, no me dejó, me dio vuelta y de la misma forma me lanzó a la cama. Quedé de espaldas a él, y continuó alimentándose de mí. Abría mis piernas y lograba hacerse espacio entre mis glúteos, estaba muy cómodo allí y eso también era nuevo para mi... lo inesperado sucedió, en 2 minutos estaba penetrándome y sujetándome por la cintura. Fue duro, sin anestesia, sin piedad... debo decir que no pudo ser mejor.
Lo que más me gustaba - y duró toda la sesión - eran sus constante mordidas. Me mordía en el cuello, en el pecho, los brazos, los muslos... en todas las partes que estuvieran a su alcance durante cada posición. Finalmente, me mordió una última vez, literalmente me clavó los dientes en la piel, y así fue como llegué. Enseguida llegó él también, y nos quedamos así un rato, tratando de recuperar la respiración.
No quería ser imprudente, así que no dije nada después de terminar. No sabía de qué hablar, y al parecer él tampoco. Le dije que había sido mi primera vez como 'receptor' y que había sido tremendamente buena, aunque seguía muerto de ganas de darle su merecido. Él se rió, y me dijo: "Dame 10 minutos, y me haces lo que quieras", pero esa es otra historia. Fue así como descubrí, y luego empecé a poner en práctica, que muchas personas disfrutan de romper las reglas, de saltarse lo convencional e ir más allá. Yo sigo solicitando que algunos me muerdan, y de vez en cuando, también muerdo.
Es Momento de Morder
Nadie alguna vez me dijo hasta dónde debía llegar en cada encuentro. Asumí que sería cuestión de tiempo y experiencia, ir descartando lo que sería capaz de hacer por dinero y lo que realmente haría por mero beneficio de mi trabajo. Yo, siempre disfrute ampliamente del sexo; he comentado antes que mi despertar sexual fue temprano, precoz quizás... yo sólo lo veo como algo natural. Me recuerdo joven e inexperto, loco por besos, caricias y otros juegos. Podría decir que vivía en un estado de excitación permanente, y... hoy en día, la diferencia no es mucha. (risa pícara)
Al principio, cuando me inicié en el oficio de satisfacer - y satisfacerme - por dinero, me encontré con uno que otro cliente exigente, de esos que les gusta que les digas excesivas malas palabras o que los estimules en pertinentes áreas. Sin embargo, todo fue bastante normal los primeros meses, no recuerdo algo que me haya marcado y la verdad es que yo estaba disfrutando muchísimo todo lo que hacía, el dinero no me caía nada mal tampoco.
Yo, particularmente no soy de los que pagaría por sexo, o al menos eso creo hasta ahora. Quizás porque esa nunca fue una dificultad que tuviera que superar, siempre tenía con quien o se me daba bastante fácil. Me veo como un método para brindar placer y satisfacción a aquellos que desean experimentar una buena compañía y por razones que no sé - ni debo saber - no logran conseguir. Hasta allí llegaba mi filosofía, al menos hasta los primeros tres o cuatro meses. Hasta que conocí a Ricky, un chico que por casualidad conocí en una disco gay.
En cuanto lo vi, me encendí como un toro. Cuando reconocí cómo estaba poniéndome, decidí relajarme y no ir por él, yo estaba allí "por trabajo", esperando que algún cliente se me acercara o esperando a alguien incauto a quien sutilmente ofrecerle mi carta de servicios. Era evidente que aquél chico estaba allí por las mismas razones, o quizás estaría acompañado, su apariencia emanaba tanta sexualidad que era evidente no lo estaba pidiendo a gritos.
Esa noche no hubo mucho movimiento. Es probable que inconscientemente me haya saboteado las posibilidades, solo para ver qué pasaba con el chamo del otro extremo de la barra. Finalmente, él se acercó. Se sentó en el banco junto a mí y se empinó sobre la barra para alcanzar al bartender, le pedía un vodka straight y yo disfrutaba con aquella enorme vista que me estaba regalando de su espalda arqueada y todo lo maravilloso que le seguía. Confieso que tuve que contener mis manos para no lanzarle una nalgada, y claro... contener mis pantalones, también.
El chico sabía lo que quería y al parecer iba por ello. Yo aún no estaba seguro de si lo que quería... era yo. Pero un par de codazos y risas rompieron el hielo, en un par de minutos ya estábamos conversando sobre lo vacío que se iba quedando el lugar y la posibilidad de ir a 'un sitio más cómodo'. Fuimos a su sitio. Yo tenía esa mirada de niño con juguete nuevo, sabía que no iba a obtener dinero esa noche, pero si mucha diversión. No me equivoqué en nada, o bueno... en casi nada.
Al llegar al apartamento todo estaba oscuro, nos contuvimos bastante todo el camino y no aprovechamos ninguno de los rincones que se nos presentaron para lanzarnos el uno sobre el otro. Bastante serios, aunque algo tomados, nos dispusimos a subir las escaleras y entrar. Típico apartamento de soltero, o de Scort mas bien, semi vacio y bastante impersonal, un lugar de trabajo limpio y neutral, con alguno que otro toque de diseño minimalista y por supuesto un buen mini-bar. No era la gran cosa, pero estaba cómodo allí. Llegó el momento, un beso algo tímido inició todo, me comenzó a besar el cuello mientras me tocaba la espalda e iba bajando. Yo me dejaba, después de todo estaba en su sitio y había sido su iniciativa, quizás... debí haber tomado el control, pero en ese momento no lo hice.
Fuimos a la habitación y la cama poseía las mismas características de todo lo demás. Él me sentó al borde de la cama, me abrió la camisa y siguió besándome el pecho. Yo sólo cerraba los ojos y me mordía los labios. Cerré los puños hasta que no pude resistirme a tomarlo por la nuca y dirigirlo a mi entrepierna. Allí, pasó todo lo que tanto esperé esa noche. Era gentil al principio, tenía fuerza y era muy satisfactorio, mucho. Luego, me mordió suavemente, eso era algo nuevo. Jamás me lo habían hecho así, y yo por poco exploto entre sus dientes. Fue fenomenal.
El mordisco debió advertirme, que el dominio se extendería más allá, y así fue. Cuando intenté levantarme para desvestirlo, no me dejó, me dio vuelta y de la misma forma me lanzó a la cama. Quedé de espaldas a él, y continuó alimentándose de mí. Abría mis piernas y lograba hacerse espacio entre mis glúteos, estaba muy cómodo allí y eso también era nuevo para mi... lo inesperado sucedió, en 2 minutos estaba penetrándome y sujetándome por la cintura. Fue duro, sin anestesia, sin piedad... debo decir que no pudo ser mejor.
Lo que más me gustaba - y duró toda la sesión - eran sus constante mordidas. Me mordía en el cuello, en el pecho, los brazos, los muslos... en todas las partes que estuvieran a su alcance durante cada posición. Finalmente, me mordió una última vez, literalmente me clavó los dientes en la piel, y así fue como llegué. Enseguida llegó él también, y nos quedamos así un rato, tratando de recuperar la respiración.
No quería ser imprudente, así que no dije nada después de terminar. No sabía de qué hablar, y al parecer él tampoco. Le dije que había sido mi primera vez como 'receptor' y que había sido tremendamente buena, aunque seguía muerto de ganas de darle su merecido. Él se rió, y me dijo: "Dame 10 minutos, y me haces lo que quieras", pero esa es otra historia. Fue así como descubrí, y luego empecé a poner en práctica, que muchas personas disfrutan de romper las reglas, de saltarse lo convencional e ir más allá. Yo sigo solicitando que algunos me muerdan, y de vez en cuando, también muerdo.
Rosca! ®
Revista Electrónica sobre Cultura Gay y Temas de Diversidad Sexual
[errederosca.blogspot.com]
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