Un poco más personal: Sin máscaras

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Un poco más personal: Sin máscaras, por Joel Panza.



Cuando decidí salir del closet con mis padres, jamás me imagine que llegaría a ver este día, o que mi mama tendría la madurez suficiente para entender que no ha perdido a su hijo, que en el fondo nada ha cambiado y que el amor es algo que va mas allá de la orientación sexual de las personas.

Desde muy pequeño sabía que era diferente, pero claro, no lo entendía. No era porque jugaba con muñecas, no, mis juguetes favoritos siempre fueron carritos, y los soldaditos de plástico, los formaba por miles en el suelo de mi cuarto, y luego me convertía en el monstruo terrible que venía a pisotearlos y destruir su formación, jejeje.

Tampoco fue, como dicen algunos psicólogos, porque me falto una figura paterna; mi padre siempre estuvo ahí para mí, me enseño a montar bicicleta, a jugar beisbol (antes de que me aburriera), a usar la computadora y arreglarle algunos problemas comunes, en fin, ustedes me entienden.

Y mucho menos, por exceso de influencia femenina, nada que ver; mi mama es una mujer muy creativa, y aun cuando nos enseño de arte y manualidades, siempre nos ponía a hacer el trabajo más pesado, siempre fue un honor ayudarla en sus actividades hogareñas como lavar y cocinar, limpiar y organizar la casa; y del mismo modo nos enseñaba sobre la importancia de ser quienes queríamos ser, la importancia de SER LIBRES. Quizás por ella llegue a ser quien soy, y esto es algo que queda entre ustedes y yo, jamás se lo había dicho a nadie de esta forma.

Pero desde pequeño lo supe. Tenía dos compañeros en preescolar, con quienes siempre quería estar (en un modo inocente, de niño), tenía menos de 5 años así que no piensen mal. Siempre jugaba con ellos, éramos caballeros medievales, reyes o príncipes, vaqueros o exploradores.

En básica fue diferente, realmente deseaba concentrarme en mis estudios, quería ser el mejor, e ignore todas las señales que mi cuerpo o mi mente me enviaban. Aunque en 6to grado conocí un chico que me movió el universo. Era perfecto ante mis ojos, con una sonrisa brillante, un rostro amable y una voz dulce y suave. Y por si no lo imaginan, era heterosexual. No hablemos de amores fallidos.

Por fin en bachillerato sucedió todo. Ustedes saben, el proceso natural, la etapa de la exploración sexual y el descubrimiento de los gustos, la primera vez. Todo me sucedió en séptimo año. Si, quizás fui un niño precoz. Muy precoz. Pero eso me pareció como la llegada de la realidad, salí de la burbuja que me había montado desde niño y me volví a encontrar con esa parte de mí que tenía olvidada: Era gay.

De repente, estaba allí, era 23 de Octubre del año 2008, y mientras mi madre lloraba y gritaba algo que yo no lograba entender, y mi padre solo miraba hacia afuera por la ventana, me golpeó de nuevo esa realidad. Se lo acababa de decir a mis padres: SI, SOY GAY.

Lo que siguió a esa frase, fueron los 3 meses más incómodos de mi vida. Mis padres apenas si me miraban a la cara, mucho menos dirigirme la palabra, ni los buenos días, ni la bendición, nada. Ya no había vuelta atrás. Había esperado casi 10 años, desde mi primera vez, para contarles a mis padres algo que yo sentía natural en mí. Y lo que recibí a cambio de mi sinceridad fue su silencio.

Decidí seguir con mi vida, respetar su decisión de ignorarme y tratar de vivir con ese peso en mi espalda. En el aspecto personal, me sentía libre, como si me hubiese quitado de encima un disfraz que pesaba 50 toneladas, podía ser yo mismo, sin miedos, era la última barrera para estar en paz.

Pronto la situación comenzó a cambiar. El recelo, la ira, el dolor, no sabría cómo llamarlo, comenzó a ceder y dio paso a la curiosidad. Mis padres comenzaron a preguntarme cosas, a interesarse en ese aspecto de mi vida, en cómo me había dado cuenta, que había sentido, cuáles eran mis miedos. Y ahí comencé a sentirme diferente, quizá no lo habían aceptado del todo, pero sus dudas eran una batalla ganada para mí, querían saber más, querían entender a su hijo.

Hoy, ha pasado más de 1 año, y lo que me pregunto es por qué tarde tanto en confiar en mis padres. Quizás yo necesitaba madurar antes de tener el valor de admitirlo. Quizás ellos necesitaban verme como un chico grande y no como su niño para poder aceptarlo.

Ahora mis padres conocen a mi novio, cosa que jamás me imaginé que sucedería. Mi papá me pregunta cómo van las cosas, las clases, el trabajo, como va mi relación, me dice que siempre debo trabajar por un futuro mejor y no dejarme llevar por lo que opine la gente. Mi mamá me da consejos, me dice que luche por ser feliz, que es algo que jamás nadie me podrá quitar, y que no olvide invitar a mi novio a almorzar el domingo, después de todo, ahora él es parte de la familia también.

En ningún momento esperé que las cosas salieran así. En los momentos más grises de mi vida, lo único que me preocupaba era mantener mi postura, ser firme en lo que creía, en lo que sentía y opinaba, ser sincero conmigo mismo y con aquellos a mí alrededor. Y aunque quizás no todos lo entiendan o lo acepten, soy feliz de saber que las personas que más me importan en mi vida, me aceptan como soy, me aman como soy, sin mentiras, sin secretos, sin máscaras.



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